Pasados eventos deportivos, saldados sin el éxito que esperaban muchos
aficionados (y que proclamaban a los cuatro vientos algunos medios deportivos)
me han llevado a reflexionar sobre el siguiente tema: la frustración que suelen
generar las derrotas y la gestión de la misma.
Me refiero a la final de la Euroliga de baloncesto que jugó hace unas
semanas el Real Madrid (18 años después de la última) contra Olympiacos, y que
ganaron los griegos (ganadores de esta competición también el año anterior).
Pero es aplicable a múltiples casos, más allá del ámbito deportivo: las
relaciones personales, la gestión empresarial, la búsqueda de empleo, el mundo
académico... La frustración entendida como un empacho alimentario.
La ingesta excesiva de expectativas (especialmente de las deportivas:
no lo olvidemos, ¡¡¡el deporte no deja de ser un juego en el que influyen
innumerables factores!!!) puede acabar en un empacho que nos deja el estómago
emocional bien revuelto.
Los remedios habituales para este tipo de afección (la de tipo estomacal)
incluyen preparaciones
medicinales que facilitan el tránsito intestinal, como la manzanilla,
hierbabuena, ruda, etc. También es importante (en caso de diarreas o vómitos
recurrentes) hidratarse adecuadamente con agua y sales…
¿Y cómo gestionar un empacho de frustración?
Complicado, sin duda. Partiendo del evento deportivo citado en el primer
párrafo, trato de situarme en la perspectiva de los aficionados del Real Madrid
y encuentro diferentes reacciones.
Hay gente que opta por cargar con toda la
rabia, guardarla en la mochila y pensar que “si hemos perdido es porque no
valemos un pimiento; no estamos hechos hecho para estos retos”. Ahí va sólo un
ejemplo real (hay muchos más) de comentario recogido en un foro de opinión al finalizar
el partido:
“Con un entrenador como Laso (entrenador del
Real Madrid), con unos pívots incapaces de anotar en el poste bajo, sin un tres
decente y con unos tíos que son más blandos que una mierda de pavo, es un
milagro ganar una Liga Europea. Quien no quiera verlo es porque o es muy forofo
o un gilipollas directamente.”
Un comentario sin duda equilibrado y
constructivo, teniendo en cuenta que el Real Madrid es el equipo español con
mejor balance victorias-derrotas esta temporada en las tres competiciones que ha
disputado (y el tercero de los 24 que han participado en la Euroliga). Y muy
respetuoso para quienes, además de no ser forofos ni gilipollas, no estamos de
acuerdo con él. Y sí, lo sé, he elegido un
comentario un poco sensacionalista… ¡¡¡pero es que he descartado otros más
destructivos aún!!!
Por el contrario, hay gente que tiene una
enorme facilidad para “vomitar” la frustración hacia elementos externos; ahí va
una muestra (también abundaban los comentarios de este tipo):
“Tanto llegar a la final para que 3
impresentables piten lo que le sale de los huevos madre mía qué robo y luego el
Madrid no puede quejarse de los árbitros en fin”.
Los hay que dirigen el aspersor de la frustración
en varias direcciones, y que se salve el que pueda:
”Culpa de los árbitros creo yo en fin o
culpa del inútil que nos entrena” (a Pablo Laso le estarán pitando los oídos,
sin duda).
En mi opinión, así se establece la línea continua que va desde la autocrítica
exagerada y sin control hasta la nula autorreflexión, la búsqueda obsesiva de
un culpable que cargue con mi frustración.
Volviendo al símil del empacho: ¡¡¡ojo con seguir comiendo como si
nada cuando aún no hemos digerido la comida anterior!!! Si añadimos piedras a
la mochila en forma de autocrítica incontrolada, los síntomas del empacho no
harán más que empeorar: más frustración, más intoxicación de emociones
negativas y la vista más nublada, lo que nos hará ser más pesimistas con el
futuro y restar credibilidad a algo (en este caso un equipo de baloncesto) que
ha demostrado funcionar muy bien en muchos momentos. ¡¡¡Ojo a las rumiaciones,
los pensamientos negativos, las obsesiones!!! Son tan malas compañeras de viaje
como persistentes.
Pero ¡¡¡cuidado!!! En caso de indigestión, el vómito o la diarrea
incontrolada nos pueden deshidratar y debilitarnos en exceso. Pueden hacer que
no nos quede ni un pequeño nutriente de toda la comida ingerida. Una probable
consecuencia de repartir la frustración a diestro y siniestro es que puede que
no te quede ni un mínimo poso de aprendizaje. Total, si la culpa de mi
“fracaso” es de los árbitros, el balón, los aros o la suerte que ha tenido el
barbudo ese (sí, el que metió 22 puntos en la segunda parte, sin duda gracias a
la suerte), ¿qué queda de mi trabajo? Nada. “El equipo lo intentó”, “hemos sido
fieles a nuestro estilo”, “morimos con las botas puestas”, pero “yo no mandé a
mis naves a luchar contra los elementos”…
Prefiero quedarme con otro tipo de reflexiones, a partir de una
digestión progresiva basada en remedios naturales y con una buena regeneración
que evite posibles deshidrataciones. Ahí van algunas, leídas en los mismos
foros que las anteriores:
“Señores hemos perdido frente al campeón de
Europa”.
“Tranquilidad somos novatos pero no dinamitéis el proyecto; a trabajar y a por la liga”
Ha sido un partido en el que han influido diversos factores, de esto se aprenderá”.
“Que esté destrozado no implica que me tenga
que cagar en algún jugador o que se tenga que echar mierda sobre los árbitros.
Y es precisamente de esto último, el
aprendizaje en las victorias y en las derrotas, sobre lo que hablaré en el
próximo post. ¿Y los jugadores, entrenadores, directivos…? ¿Cómo llevan a cabo
esta “digestión”?